El telescopio con más retrasos de la historia está a punto de experimentar el momento de la verdad. Será nuestro mejor ojo en el universo: el telescopio espacial más sofisticado del mundo será como una ‘máquina del tiempo’ que contemplará cómo empezó todo, al rastrear las primeras luces que se originaron en nuestro universo tras el Big Bang. Uno de los misterios más ancestrales versa en cómo se originó la primera luz en el espacio negro puro justo después del Big Bang. Los astrónomos esperan avanzar en su comprensión gracias a las fabulosas capacidades de este telescopio. Su potencia permitiría a los astrónomos presenciar el desconcertante pasado de nuestro universo. Uno de los objetivos es mirar hacia atrás en el tiempo durante 13.500 millones de años para ver las primeras estrellas y galaxias que se formaron, unos cientos de millones de años después del Big Bang. Estamos ansiosos de obtener respuestas a algunas preguntas sobre los orígenes de nuestro universo. Para empezar, el telescopio espacial James Webb tardará aproximadamente 30 días en viajar 1,5 millones de kilómetros, donde se encontrará su hogar permanente: un punto de Lagrange, una ubicación gravitacionalmente estable en el espacio. Concretamente, James Webb orbitará el Sol en el segundo punto de Lagrange (L2), opuesto al Sol, lo que permitirá que el telescopio se mantenga en línea con la Tierra mientras orbita alrededor de nuestra estrella. También fue el hogar de Herschel (que se quedó sin líquido refrigerante en 2013) o del Observatorio Espacial Planck, que se apagó también en 2013 tras pasar casi 5 años estudiando los restos de la radiación del Big Bang y la evolución de las estrellas). Debido a que es demasiado grande para caber por completo en el cono de la punta del cohete, el telescopio viajará plegado, como un origami. El despliegue será el más difícil que jamás haya intentado la NASA. Aproximadamente 30 minutos después de la llegada, se enderezarán la antena de comunicación y los paneles solares. Entonces, vendrá el despliegue del escudo solar. Sus delgadas membranas estarán controladas por un complejo mecanismo que incluye 400 poleas y 400 metros de cable. En la segunda semana, los espejos se abrirán y, después de esto, los instrumentos se enfriarán y calibrarán. El telescopio James Webb observará principalmente el universo en infrarrojos, mientras que Hubble, del que será digno sucesor, lo ha examinado desde su lanzamiento en 1990, principalmente en longitudes de onda ópticas y ultravioleta. Webb tiene un área de recolección de luz mucho más grande, lo que le permite mirar a mayores distancias y, por lo tanto, más atrás en el tiempo que el Hubble. Los científicos han creado un enorme escudo térmico de cinco capas que refleja la mayor cantidad de luz solar posible y protege la capa debajo de él. Si estuviera en órbita terrestre baja, el calor infrarrojo emitido por la Tierra evitaría que alcanzara las bajas temperaturas necesarias. El parasol es gigantesco: 21,2 metros de largo y 14,2 metros de ancho. Cada capa tiene un “lado caliente” que mira hacia el Sol y un “lado frío” que mira hacia el telescopio. La capa más externa, expuesta directamente al Sol, llegará a los 85 ºC de temperatura, y la más interna, permanecerá a unos -233 °C. El telescopio necesita mantenerse a una temperatura muy baja para operar adecuadamente.
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