No podemos cruzar un prado verde montados en un Jeep y quitarnos las gafas de sol con una mano temblorosa al contemplar con tus propios ojos un Brachiosaurus vivito y coleando. Al menos no podemos por ahora. Mientras no tengamos a nuestro particular doctor Hammond en la vida real, lo más parecido a un Parque Jurásico es una granja. Sí, quizás no suena tan espectacular ni glamuroso, pero es sumamente interesante saber que las especies modernas más cercanas al Tyrannosaurus rex son la gallina y el avestruz. Chris Organ, investigador postdoctoral en biología orgánica y evolutiva de la Universidad de Harvard, dirigió una investigación cuyos resultados se publicaron en la revista Science. En 2003, John Horner, paleontólogo del Museo de Rockies, encontró restos de un Tyrannosaurus rex con 68 millones de años de antigüedad en el norte de Estados Unidos, entre los estados de Wyoming y Montana. Dos años después, Mary H. Schweitzer, de la Universidad de Carolina del Norte, descubrió que en el fémur del espécimen se había conservado una fina capa de tejido. El descubrimiento no fue suficiente para recuperar ADN del hueso, pero sí se logró extraer secuencias de proteínas que han resultado ser una valiosa prueba sobre la que trabajar. Los científicos compararon una proteína conservada en el colágeno del fémur del fósil con 21 especies de reptiles y aves modernas. Las secuencias genéticas comparadas confirmaron que las gallinas y los avestruces descienden del Tiranousario. Estas aves serían las más cercanas al famoso dinosaurio depredador bípedo y, de manera más alejada, le seguirían los actuales cocodrilos. Por tanto, lejos de poder recorres largas praderas y bosques repletos de especies extintas, en la actualidad, la experiencia más cercana a la que vivió el doctor Alan Grant y la doctora Ellie Sattler en Parque Jurásico la tendríamos en una granja. En concreto, en un corral de gallinas o de avestruces, cuyas granjas vivieron un auge en el territorio español a inicios del siglo con hasta mil explotaciones. El mismo método se utilizó con algunas secuencias de proteínas extraídas de huesos de mastodontes de entre 160.000 y 600.000 años de antigüedad. Los resultados concluyeron que los elefantes actuales son descendientes directos de aquellos mamíferos prehistóricos. Una investigación que confirmó lo que ya predecían los paleontólogos al comparar los esqueletos de ambas especies. La investigación tenía un alto grado de dificultad por el poco material con el que contaba el equipo de Organ. Con apenas 89 aminoácidos del Tiranosaurio resulta imposible recrear un árbol filogenético más completo para esta especie de dinosaurio. Pero, sin duda, estamos ante un hito, ya que se trata del primer uso de datos moleculares para ubicar a un dinosaurio no aviar en un árbol filogenético con el fin de rastrear la evolución de las especies. Una aproximación a la historia evolutiva que resulta inspiradora y trae consigo resultados tan curiosos como el que aquí exponemos. “Aunque solo teníamos seis péptidos, solo 89 aminoácidos, de T. rex, pudimos establecer estas relaciones con un grado de apoyo relativamente alto. Con más datos, probablemente veríamos la rama T. rex en el árbol filogenético entre caimanes, pollos y avestruces, aunque no podemos resolver esta posición con los datos disponibles actualmente”, argumentaba Chris Organ. Un estudio anterior al de Organ ya apuntaba cómo conseguir proteína del colágeno de un rex. Aquel artículo precedente, también publicado en la revista Science, tenía como cabezas de equipo a John M. Asara y Lewis C. Cantley, del Centro Médico Beth Israel Deaconess y la Facultad de Medicina de Harvard. Por entonces lograron capturar y secuenciar fragmentos de proteína de colágeno de T. rex por primera vez. A raíz de esa investigación, Organ, Asara y sus compañeros utilizaron sofisticados algoritmos para comparar la proteína de colágeno con las demás especies. Así es como han descubierto que aquellos animales del Cretácico se pueden asociar mejor con los pájaros modernos que con los reptiles. “Determinamos que T. rex, de hecho, se agrupaba con aves (avestruz y pollo) mejor que cualquier otro organismo que estudiáramos. También mostramos que se agrupa mejor con las aves que con los reptiles modernos, como los caimanes y los lagartos anolis verdes”, apuntaba Asara sobre los resultados del estudio. Está claro que una gallina común puede no impresionar tanto como un Tyrannosaurus rex rugiendo o atacando una enorme presa. Pero lo que no deja de ser fascinante es observar y estudiar la evolución de las especies a lo largo de millones de años. Así, poco a poco, vamos completando el gigantesco puzle que nos muestra cómo un depredador tan grande y feroz, puede tener un pariente totalmente domesticado que no supera el medio metro de altura. Referencias:
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