Cuando hablamos de dinosaurios, casi de forma automática evocamos mentalmente a enormes bestias como Brachiosaurus, Diplodocus, Triceratops, Tyrannosaurus, Spinosaurus o Stegosaurus. Si nos ponemos a pensar un poco más a fondo nos encontramos con otros más pequeños como Velociraptor —más pequeño de lo que la gente cree— o Compsognathus. Sin embargo, hay fósiles de dinosaurios aún más pequeños. Hablar de ellos no es fácil; los restos son escasos, dispersos y difíciles de identificar. En parte porque los animales pequeños fosilizan peor que los grandes, pues el proceso de descomposición es más rápido, y por otro lado, un fósil pequeño pasa más desapercibido en un yacimiento. No obstante, y pese a las dificultades, hoy traemos cinco dinosaurios tan pequeños, que cabrían en nuestras manos. A pesar de tratarse de un dinosaurio descubierto hace poco más de dos décadas, es también uno de los que más información tenemos. Gracias a los fósiles de conservación extraordinaria descubiertos en China, sabemos que este pequeño dromeosáurido —de la misma familia que Velociraptor— del Cretácico tenía, de hecho, cuatro alas. No solo tenía emplumadas las patas delanteras, sino también las traseras, todas con plumas rémiges —plumas de forma asimétrica que permiten volar a las aves—. Sin embargo, tal vez lo más fascinante de Microraptor es que conocemos su coloración. Comparando la estructura microscópica de las plumas fósiles con la de plumas de aves actuales, un equipo de investigación liderado por el profesor Quanguo Li, del Museo de Historia Natural de Beijing, dedujo que Microraptor debía tener una coloración negra e iridiscente, con brillos verdosos o azulados, similar al de algunos cuervos y urracas modernas. Curiosamente, pesaba algo más de un kilo, aproximadamente lo que pesa un cuervo moderno. Una de las dificultades a la hora de identificar dinosaurios muy pequeños es resolver la duda de si se tratará de ejemplares adultos o de crías. Cuando los fósiles están bastante completos, sin embargo, existen ciertos rasgos anatómicos que permiten estimarlo. En este caso, nos encontramos con un esqueleto casi completo, del que solo falta el cráneo, y cuyas patas traseras están perfectamente articuladas —es decir, que se encuentra con los huesos colocados como los tenía en vida—. Gracias a eso, sabemos que el fósil es de un subadulto que había alcanzado un tamaño cercano al máximo de los adultos de su especie. Vivió a finales del cretácico, y es uno de los últimos miembros del grupo de los alvarezsáuridos, como Ceratonykus o el propio Alvarezsaurus, una familia de dinosaurios que, excepcionalmente, mostraba una tendencia a reducir su tamaño a medida que avanzaban en su historia evolutiva, en lugar de hacerse más grandes, como suele ser lo habitual. El peso de este animal rondaba los 800 g, similar a una cacatúa de cresta amarilla. Tras el nombre de “Palaeopteryx thomsoni” se esconde una de las incógnitas de la paleontología. No está nada claro qué tipo de dinosaurio era. El único resto que tenemos de este animal es un fémur, y según la anatomía comparada, puede pertenecer a un dromeosáurido —la familia de Microraptor y Velociraptor— o a un ave primitiva de finales del Jurásico. Actualmente ese nombre científico se considera inválido, es decir, que no se admite para designar a ningún animal, de ahí el entrecomillado. Sin embargo, lo que sí sabemos es que el fósil, por poco que sea, es muy real —se conoce como BYU-2022— y perteneciese al animal al que perteneciese, sí sabemos que era un dinosaurio extraordinariamente pequeño. La longitud del fémur es de apenas 45 milímetros, y según los modelos matemáticos basados en aves, se correspondería con un animal de unos 400 gramos de peso, aproximadamente el peso de una lechuza. Este dinosaurio, perteneciente al grupo de los scansoriopterígidos, de mediados y finales del Jurásico se puede calificar, como mínimo, de peculiar. Tenía un pico córneo y la parte ósea de la cola era extraordinariamente corta, formando una especie de primitivo e incipiente pigóstilo —la estructura esquelética, pequeña y fusionada, que las aves modernas tienen en la cola—. Sin embargo, lo más característico era el penacho de cuatro plumas que tenía por cola. La estructura de esas plumas era bastante simple, y no parecía tener la función timonera que tienen las de las aves modernas; por ello, Epidexipteryx se considera el primer dinosaurio conocido con plumas ornamentales. Solo 6 años tras su descubrimiento, en 2015, se descubrió un nuevo scansoriopterígido llamado Yi qi, que permitió reconstruir a estos dinosaurios con un nuevo aspecto. Aunque tenían el cuerpo cubierto de plumas, también tenían membranas en las patas delanteras, formando unas alas semejantes a las de un murciélago. El fósil a partir del cual se describe Epidexipteryx es, como en el caso de Albinykus, un subadulto, por lo que se esperaría que pudiera crecer un poco más, pero no demasiado. Su peso estimado es de apenas 164 gramos, aproximadamente lo mismo que un cernícalo o un mochuelo. No, no me he vuelto loco. Mellisuga helenae es el nombre científico del colibrí zunzuncito, también llamado pájaro mosca. El motivo por el que lo encontramos en esta lista es que las aves no dejan de ser, en realidad, dinosaurios. Dinosaurios modernos, que sobrevivieron al cataclismo. Dinosaurios de pleno derecho, y sin matices. Este colibrí apenas mide 6 cm de la punta del pico a la cola, y pesa apenas 1,8 gramos. El macho es algo más pequeño que la hembra, y esto lo convierte en el ave, y en el animal adulto de sangre caliente más pequeño del mundo. Lamentablemente, debido a la deforestación y la fragmentación de su hábitat para la obtención de madera, la creación de campos de cultivo y la ganadería, su población está disminuyendo año a año. Actualmente se encuentra en estado “casi amenazado”, pero no sería de extrañar que, más pronto que tarde, se agrave su situación. Solo esperemos que dentro de unos años, esta lista no esté compuesta enteramente por especies extintas. REFERENCIAS:
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