El 19 septiembre de 1991 saltaba la noticia: dos alpinistas alemanes que estaban de excursión en los Alpes de Öztal, en la frontera entre Austria e Italia, descubrían lo que parecían los restos de un hombre congelado a más de 3000 metros sobre el nivel del mar. Lo nadie se imaginó es que ese cadáver tenía más de 4000 años de antigüedad. De primeras se llevó a Innsbrück, donde se comprobó que era un cuerpo momificado por el frío extremo y perpetuo. Entonces comenzó la pelea sobre qué país tenía derecho sobre ella. Toda una disputa diplomática porque las fronteras entre Austria e Italia no estaban bien definidas ya que cuando se trazaron en el tratado de St. Germain-en-Laye de 1919, firmado por los países aliados victoriosos de la I Guerra Mundial y la recién formada república de Austria (el tratado declaró disuelto el Imperio Austro-Húngaro), la zona estaba cubierta de hielo y no se pudo definir con precisión. Había que volver a medir y eso se hizo ese mismo año de 1991: el veredicto fue que la momia se había encontrado a 93 metros de la frontera… en territorio italiano. La Universidad de Innsbruck la devolvió a sus propietarios legales siete años más tarde, que construyeron en Bolzano un museo que, aunque bautizado con el nombre de Museo de Arqueología del Tirol del Sur, se hizo para albergar a la momia y todos sus enseres. Ni qué decir tiene que su descubrimiento ha revelado una cantidad ingente de información sobre el estilo de vida durante el Calcolítico, la Edad de Cobre. De su análisis sabemos que murió hacia 3255 a.C., cuando contaba con unos 45 años de edad. Medía 1,60 m y pesaba 50 kg, y tenía artritis, caries, la enfermedad de Lyme (una infección bacteriana que la transmiten las garrapatas y provoca fiebre, dolor de cabeza y de articulaciones) y tenía altos niveles de arsénico en su sistema, probablemente por haber trabajado con cobre. Por la presencia de ciertas marcas en sus uñas conocidas como líneas de Beau los forenses infirieron que estuvo enfermo hasta tres veces en los seis meses antes de morir. El pobre estaba hecho un cuadro. La presencia de polen reveló que murió en primavera o verano y su última comida consistió en carne de gamuza y de ciervo rojo, algún tipo de cereal (quizá en forma de pan) y de postre, endrinas. Curiosamente también se encontró musgo en su estómago, pero no lo comió como nosotros la lechuga, sino que su ingesta fue accidental: tenía un corte en la mano y se había colocado un apósito de musgo del pantano, pues debía conocer sus propiedades terapéuticas. La información recogida es inmensa pero lo que a nosotros nos preocupa es la forma de la muerte; ahí es donde está el misterio. En 2001, las radiografías y una tomografía computarizada revelaron que Ötzi tenía una punta de flecha alojada en su hombro izquierdo, que se correspondía con un pequeño desgarro encontrado en su abrigo. ¿Murió por la pérdida de sangre? La verdad es que era una herida muy grave, incluso para los conocimientos médicos de nuestra época. Se encontró que la flecha había sido movida, como si hubiera intentado sacarla. Tenía moratones y cortes en la mano derecha -uno de ellos en la base del pulgar, que le llegaba hasta el hueso-, muñecas y pecho, además de un traumatismo cerebral producto de un golpe en la cabeza. La hipótesis más plausible es que Ötzi murió desangrado después de que la flecha rompiera la escápula, dañara los nervios y los vasos sanguíneos para acabar alojándose en el pulmón. Lo sucedido resulta obvio: participó en una pelea. Se hecho se encontraron rastros de sangre de al menos otras cuatro personas en su equipo: una en su cuchillo, dos en una punta de flecha y una cuarta en su abrigo. Al parecer, Ötzi mató a dos personas con la misma flecha, que pudo recuperar en las dos ocasiones. La sangre en su abrigo se interpreta como que pudo pertenecer a un compañero herido que llevó sobre su espalda, pero tal idea ya pertenece a la pura especulación. Su postura en el momento de la muerte, con el cuerpo boca abajo y el brazo izquierdo doblado sobre el pecho, induce a pensar que intentó sacarse la flecha antes de morir. El motivo de la muerte está claro, pero lo que es un misterio es lo que hizo un día y medio antes. El análisis del polen demuestra que se movió mucho en ese tiempo: primero estuvo a 2500 metros de altura, luego descendió a menos de 1200, hacia el valle, donde tuvo el enfrentamiento que le provocó las heridas de la mano. Después volvió a ascender por encima de los 3000 metros, y allí alguien le disparó una flecha por la espalda. ¿Por qué en tan poco tiempo subió y bajó dos veces una montaña? Las razones para ello y los motivos que tuvo para involucrarse en dos peleas en un mismo día quedarán para siempre ocultas en las brumas de la historia.
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